Pasados tres años, comprendió que todavía no había logrado renunciar completamente a sus placeres, y se comprometió a no bajar jamás su mano derecha en nombre de Shivá.
Desde entonces han pasado 39 años y el hombre mantiene su promesa. Ahora su mano es un pedazo de huesos y piel inútil y Amar no es capaz ni siquiera de moverla. Durante largo tiempo sufrió horribles dolores, pero estos no quebraron su voluntad.
Ahora la extremidad está completamente atrofiada pero le sirve de poderoso símbolo de fe para todos los shivaítas
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